Elegía a Paquita
Los primeros días del frío marzo,
después de mas de siete años, vencido
su corazón, cubierto de oro y cuarzo,
se oyó en la tarde, el final latido.
La leal compañera y fiel esposa,
con humor alegre y ennoblecido,
que fuera hija y hermana, primorosa,
y como madre, mejor no se ha parido.
Protegía su prole cautelosa,
cuidadora de todos con esmero,
atendiendo a los suyos, de hora en hora,
y entregando su vida por entero.
Esa gallina clueca ponedora,
mantuvo siempre en alto la cabeza,
y consciente, de todo lo que ignora,
alcanzaba por ello la grandeza,
sin buscar los premios que merecía.
Con voluntad, tenía la destreza,
de no equivocarse, en lo que hacía,
regalando ternura, como abuela,
la donaba con amor y alegría.
¿Y quien será ahora, quien se desvela
después de confirmarse su partida?
¿Y quien será ahora, quien nos consuela,
hoy, que lloramos su despedida?,
con esta lluvia triste caladera,
porque es enorme el daño de la herida.
Suena al fondo, una voz plañidera,
en medio del murmullo de la gente,
que subiendo el monte por la ladera,
se intuye que su pueblo está presente,
en hilera alargada y taciturna,
subiendo hasta el templo, por la pendiente.
Mientras que se disipa, la luz diurna,
con un paso sostenido y rotundo,
con ella todo el séquito y tras la urna,
peregrina con ritmo todo el mundo,
tras su cuerpo, de flores coronado.
Cuanto dolor tortuoso tan profundo,
cuanto llanto, cuanto pesar alado,
con cuanto amor, y cuanto sufrimiento,
cuanto estupor, por todos soportado.
Desde el catafalco el descendimiento,
a los hombros de nietos amorosos,
hacia su destino, con paso lento,
y sus hijos queridos ojerosos,
hermanos y sobrinos, en silencio,
con aquellos la esposa y sus esposos,
de entre todos, ninguno diferencio.
Los amigos caminan, cabizbajo,
acompañando a todos los Presencio,
y al ritmo de la lluvia y del badajo,
en grupo numeroso, afligidos,
ahora avanzan todos, cuesta abajo,
con los semblantes serios y abatidos.
Dos arcos en el cielo que iluminan,
las nubes con distintos coloridos,
sus penas terrenales, ya terminan,
con esos arcos señalando su senda.
¡Paquita! tus desvelos ya culminan,
te diriges a Dios, dale tu ofrenda,
tu alma que cuidaste, se ha consagrado,
tu cuerpo fenecido, era en prenda.
Al lugar de los justos has entrado,
ganaste los laureles de la gloria,
y si pecaste el te hubo perdonado.
Los felices testigos de tu historia,
de tu ejemplo, estaremos influidos,
tu recuerdo nos baña la memoria,
desde hoy, en que estamos doloridos,
haremos lo que tu nos enseñaste,
felices de sabernos tan queridos,
daremos el amor, que regalaste.
Paquita, !Hasta pronto!, te decimos,
está esperando aquel con quien casaste,
Alumbra con tu luz mientras vivimos,
implora a tu Virgen que nos proteja,
a los que siempre, tanto te quisimos.
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