A un olmo, enjuto y seco
A un olmo, enjuto y seco,
de grafiosis carcomido,
ora moribundo y hueco,
quiero decirle al oído.
El sauce llorón te nombra,
recuerda vuestro pasado,
cuando compartiendo sombra,
era feliz, a tu lado.
Hoy me ha contado aquel pino,
que una noche, en tu umbría,
descansaba un peregrino,
mientras en sueños decía:
La sombra fresca del olmo,
es un regalo del cielo,
desde Estambul a Estocolmo,
siempre he dormido en su suelo.
Permite que este jilguero,
que en tu tronco está subido,
entone el canto postrero,
antes de acabar su nido,
la melodía que cante,
en tu honor, de despedida,
te hará seguir adelante,
aquí no acaba tu vida.
Cuando termine el leñador,
y te convierta en madera,
tras el fuego depurador,
en medio de la pradera,
te irás en noche cerrada,
subiendo desde la hoguera,
y con tu alma en fumarada,
que volverá por primavera.
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