Autocastigo
Cruzando la línea prohibida,
un hombre galeno, sexagenario,
muy proclive, a rezar el rosario,
con una infanta, tal vez consentida,
con el afán, de transformar su vida,
convirtíola en un funesto calvario,
y tras corto periodo carcelario,
tuvo cruenta y rápida despedida.
Fugaz, como chispeante centella,
se precipitó, en un corto vuelo,
sin pedir disculpas, a la doncella,
ni a su mujer, que sumía en un duelo,
estampó como firma, toda su huella,
su ausencia de honor, de valor y celo.
Seguramente el suceso sombrío,
una vez descubierto y apresado,
siendo autor del delito, inculpado,
su deliro, lo llevó al desvarío.
Un punzante y profundo escalofrío,
subíole agudo, por el costado,
al orgulloso preso, licenciado
que gozó, de libertad y albedrío.
Este conato, de nueva juventud,
que buscaba tenaz, en su aventura,
condujo al culpable cuerpo, al ataúd,
con una muerte rauda y prematura.
El que fuera cuidador de la salud,
de despidió con pronta sepultura.
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