Homenaje a una vida de amor y coraje
En Alcaucín, a los pies de la sierra,
en ese modesto pueblo escarpado,
en otoño, con octubre acabado,
viniste, para orgullo de esa tierra.
La hojarasca sobre el suelo se aferra,
entrelazando, un manto alfombrado,
de otoñal color, marrón y dorado,
que bajo la tenue sombra se entierra.
Árboles que regalan su ropaje,
para tejer un manto de colores,
y batiendo en el aire su plumaje,
a coro, bellos pájaros cantores,
celebran con trinos, en el ramaje,
que nació la hija, de Antonio y Dolores.
El boquete en lo alto, de testigo,
Sierra Tejeda y su profusa flora,
y arriba Maroma, brillante y mora,
la fuerza y la luz vinieron contigo.
Cerca en el campo, la siega del trigo,
la granja y la gallina ponedora,
gente del olivar, trabajadora,
donde sea que mires, un amigo.
En ese día el pueblo alcaucineño,
celebra jubiloso y sin reparo,
que en este día la hembra del cigueño,
poco antes de emigrar, en post del faro,
ha donado a este pueblo malagueño,
una hermosa niña y se llama Amparo.
Calles angostas, empinadas calles,
por las que atajas, las subes y bajas,
ellas traen tu ayer, sobre sus lajas,
populares cantos de un pasacalles.
Como artista, recreas los detalles,
de los ceretes, apilas las cajas,
y cantando juegas, entre tinajas,
gozando festiva donde te halles.
Y esa fuente, la de los cinco caños,
de la que brota agua fresca en estío,
por la que siguen pasando los años,
de agua templada, cuando acecha el frío,
sacia la sed de vecinos y extraños,
agua de sierra, con fuerza y con brío.
Hermosas y floridas primaveras,
cuando jugabas contenta en el Tejar,
estando tan presta, a desmadejar,
como a aventar la parva en las eras.
O puliendo el broce de las calderas,
o pisando las uvas, en el lagar,
yantando las brevas de las higueras,
o calando melones del melonar.
Aquel ajetreo de los aperos,
el aroma del humo del sarmiento,
para ahuyentar a los avisperos,
y en el arroyo merecido asiento,
oyendo el gorjeo de los jilgueros,
y el susurro de las hojas al viento.
Y las temporadas del Pilarejo,
cuando estaba la uva almacenada,
y viviendo alegre, la vendimiada,
con el vino mosto y el salmorejo.
En la borriquilla, con su aparejo,
al toser tu padre, de madrugada,
contemplando, esa sombra alargada,
cuando iba camino al Encinarejo,
porque llevaba orgulloso en sus manos,
con su buen carácter y su templanza,
la sabiduría de veteranos,
y las herramientas de la labranza,
en compañía de tus tres hermanos,
que fueran objeto de su esperanza.
Y las uvas pasas las de moscatel,
cuando secaban al sol en vuestra era,
en días alternos y a tu manera,
que agitabas airosa como batel.
En envoltorios bellos, con un cartel,
ceretes de higos con su tapadera,
atravesando el mar tras la frontera,
peregrinaban lejos como Manuel.
Los higos secos, los higos tardíos,
el dulce divino de aquella higuera,
anunciando ya lo primeros fríos,
es del otoño gris, su mensajera,
señales y augurios de escalofríos,
y de las conservas en la salmuera.
Pero llegó ese maldito verano,
meses antes de que cumplieras doce,
la cruenta locura que desconoce,
que toda esa furia contra un hermano,
es solo patrimonio de lo humano,
que en la vida animal no se conoce,
porque con el mas diminuto roce,
se enfrenta paisano contra paisano.
Seguimos sin asimilar la lección,
si un país en guerra no es suficiente,
como si se tratara de una infección,
fue el mundo entero, y toda su gente,
tal parece que no existiera elección,
que matarnos uno a otro, frente a frente.
Terminada la guerra, la libertad
fue menguada, como las cicatrices.
Con la vuelta de padre están felices,
pero falta Antonio, cruda realidad,
Manuel regresó enfermo de gravedad,
víctimas, como un millón de infelices,
sus hermanos vuelven a plantar raíces,
regresan al trabajo sin voluntad.
El tiempo y la vida sigue pasando,
y la niña Amparo ya adolescente,
pasa las horas alegre y soñando.
En historias que tejía en su mente,
su feliz futuro estaba bordando,
y para saber, preguntó a la fuente.
La fuente dijo: Aguarda Amparito,
pronto tu deseo será cumplido,
al que te adora ya le has conocido,
aquello que esperas está ya escrito.
Carlos saluda, parece fortuito,
y ella le sonríe si le hace un cumplido,
no se ha dado cuenta, que ya Cupido
tiene listo el arco, ese angelito.
Carlos tras el dardo, dio el primer paso,
pidiole al padre, el usual permiso,
como no tenían miedo al fracaso,
acordaron pronto, el compromiso,
con viaje de amor y frío no escaso,
culminaron su estancia en el paraíso.
Siguieron años de amor, de cariño,
en otros pueblos, en otras ciudades,
puestas de acuerdo, ambas voluntades,
tras cada traslado, antes un guiño,
en cada destino, un nuevo niño,
vivienda nueva, nuevas amistades,
del agrio fruto, juntas las mitades,
relación suave como piel de armiño.
Pero una mañana, el destino cruel,
con un golpe frío como el acero,
y sin previo aviso rasgó aquella piel,
murió de repente su compañero,
el golpe fue duro, martillo y cincel,
hicieron juntos un gran agujero.
Con que sufrimiento y cuanta tristeza,
os deja solos, tan solos nos deja,
como enviudaste, sin ninguna queja,
si todo acaba, no se por qué empieza.
No permitiste ninguna flaqueza,
en la celeste atalaya él despeja,
y aclara tus dudas y te aconseja,
resucitando en ti, la fortaleza.
De nuevo arriba, hiciste el camino,
tu objetivo, fueron cuatro puntales,
y por la senda que torció el destino,
tu proseguiste pisando cristales,
con entereza, tesón y dominio,
superando ríos y abismos brutales.
Los cuatro retoños fueron su herencia,
la bandera y guía de tu esperanza,
que si a tu pecho perforó una lanza,
te dio la alegría su descendencia.
Cuanto amor donabas, cuanta paciencia,
en tus seis nietos caló tu enseñanza,
entre los juegos y alguna danza,
al cuidarlos, transmitiste tu ciencia.
Te sientes feliz y con el corazón,
cuando miras al cielo satisfecha,
que los frutos están ahora en sazón,
nunca te olvidas de la nueva cosecha,
con tenaz constancia, amor y razón,
porque tu, te mantuviste en la brecha,
Cubriendo tus metas, así renaces,
estudias mucho y pintas con arte,
con todo pareces impresionarte,
y pones tanto empeño, en lo que haces
porque con la vida hiciste las paces.
El conocimiento fue tu baluarte,
y la paciencia en la cruz, tu estandarte,
muy pocas mujeres son tan tenaces.
En tu octogenario estudias secundaria,
no nos sorprenderá, con ese esmero,
que pronto seas universitaria,
pues muy bien lo dice, el refranero,
si vas camino de ser centenaria,
obtendrás matrícula en primero.
A mi madre del alma que adoro, que se
reunió con mi padre el 14-12-2019
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