Un instinto profundo le impedía
Un instinto profundo le impedía,
alejarse mas allá de la orilla,
y una luz entre roja y amarilla,
en lo alto del cielo se expandía.
Ya la tierra, bajo sus pies se hundía,
tragándose el huerto, y la semilla,
huyendo de ese infierno como ardilla,
cuando el llanto su cuerpo sacudía.
Pasado el telúrico movimiento,
tiritó en la noche de un aire frío,
y faltole añadir al sufrimiento,
tener por manta el inundado río,
pero no por eso perdió el aliento,
y subiose a un árbol con nuevo brío.
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