Senderismo
Al fin de la madrugada,
entre pájaros cantores,
jilgueros y ruiseñores,
comenzamos la jornada.
Seguiremos caminando,
por do señala la senda,
y de las flores gozando,
con su aromática ofrenda.
Cuando bordeamos el río,
por el camino de tierra,
aunque suframos el frío,
subiremos a la sierra.
Ahora un bosque de pinos,
pisando piñas abiertas,
con sus crujidos despiertas,
de los zorzales sus trinos.
Nos llega por la vereda,
el sonido de la brisa,
que se parece a tu risa,
cuando tu pelo se enreda.
Rayos de sol atraviesan,
las hojas de la arboleda,
y como hilos de seda,
en su brillar nunca cesan.
Alzando la vista al cielo,
miramos su transparencia,
el blanco de la inocencia,
y el azul de terciopelo.
Vamos haciendo camino,
como diría Machado,
bajamos por el collado,
viendo un blanco molino.
Y una vez descansados,
nos dirijimos al monte,
con el cantar del sinsonte,
nos quedamos extasiados.
Y ya llegando a la cima,
avistamos el pantano,
y agarrados de la mano,
el corazón se sublima.
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